sábado, 5 de diciembre de 2009

SEAMOS OBJETIVOS...

El viernes a mediodía fui con mi mujer Belén al colegio de nuestro hijo Pablo para tener una conversación con su tutora sobre su evolución académica. Me enorgullecí una vez más al saber que está siendo totalmente positiva tanto a nivel académico como a nivel personal. No fue una sorpresa porque siempre ha sido así, pero un cambio de colegio siempre es una prueba dura y más cuando el nivel de exigencia es tan grande...

El caso es que me acordé de lo que suele decir un niño cuando saca buenas notas: "Mamá, ¡he sacado un sobresaliente en matemáticas!". En cambio, ¿qué dice cuando pasa lo contrario? "Mamá, me han suspendido lengua..." Si hubiera sido objetivo, debería haber pensado que le han puesto un sobresaliente o que ha suspendido, y así la vara de medir hubiera sido la misma, pero resulta curioso comprobar la subjetividad con la que se ven las cosas cuando se trata de uno mismo.



En el mundo corporativo ocurre lo mismo. En no pocas ocasiones aparecen asuntos emocionales que pueden llegar a nublar nuestro juicio, nos hacen ver que se trata de algo personal y llevan a que aparezca la subjetividad. Entonces, tendemos a enfocarnos en aquello que puede producir resultados buenos en el ámbito personal pero no así en el empresarial. Y cuando pensamos más en "¿qué puedo ganar yo con esto?" que en pensar objetivamente, nunca vamos a tomar las decisiones de negocio ideales.

Desgraciadamente, la realidad del mundo de los negocios es mucho menos objetiva de lo que parece. Se toman muchísimas decisiones donde priman los aspectos personales en detrimento de los intereses de la empresa. Y esta es una de las razones por las que existen tan pocos buenos ejecutivos, ya que cuanto más subjetivamente actúan más posibilidades tienen de fracasar a largo plazo. Aquí cobra especial relevancia el dicho de "el tiempo pone a cada uno en su sitio".

Por tanto, si queremos tomar decisiones beneficiosas para nuestra empresa debemos hacer caso omiso de las consecuencias personales que derivan de las mismas y centrarnos en lograr los objetivos empresariales. Lo inteligente es actuar basándonos en criterios objetivos, ya sea tomando decisiones, negociando con clientes o participando en reuniones. Así, nuestro principal desafío debe ser reflexionar sin basarnos en los sentimientos; es difícil, pero necesario si queremos triunfar.

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