martes, 19 de abril de 2011

CAMBIAR PARA TENER ÉXITO

Todo cambia. No nos engañemos, lo que antes servía ahora ya no: un Seat 600 era un coche estupendo en los años 70, pero ahora ya no tiene cabida en el mercado, si no es para unos pocos coleccionistas… En esta medida en que todo cambia, la clave está en adaptarnos y crecer, y en el saber hacerlo reside la clave del éxito.

Soy de los que piensan que la experiencia no es el número de primaveras que has vivido, sino la suma de vivencias y acontecimientos que te han hecho madurar. Hay muchos profesionales que han trabajado durante 30 años en un entorno sin dificultades serias, y sin embargo, pueden tener  menos experiencia que otros profesionales que llevan menos años trabajando, pero que han tenido que afrontar una serie de acontecimientos y dificultades que les han hecho madurar más temprano.


Por tanto, parece que queda claro que crecer y madurar son dos conceptos completamente diferentes. En el ámbito personal y profesional existen dos tipos de personas: las que aprenden y cambian, y las que no. Sólo las primeras son las llamadas a alcanzar el éxito, ya que su afán de renovación y aprendizaje hará que estén siempre un paso por delante del resto. Pero el problema es que en muchas personas existe una tendencia natural a evitar el cambio: Cuando las cosas marchan bien nos negamos a hacer ajustes y tomar riesgos, y cuando van mal, preferimos acomodarnos a los problemas y tratar de paliar los sufrimientos en lugar de asumir los esfuerzos de implementar una renovación profunda… Pero debemos tener en cuenta que, si queremos progresar, hemos de abrirnos al cambio y, para hacerlo, debemos aprender a sentirnos cómodos con la incomodidad. En ello radica la madurez. No olvidemos que la ausencia de medidas implica la ausencia de mejorías…

Ahora bien: ¿Cómo podemos aplicar nuestras destrezas y mejoras en el mundo real? ¿Lo podemos hacer solos? NO. Lo mejor de cada uno está en su interior, pero para poder enseñarlo y aplicarlo al mundo profesional, debemos contar con el apoyo de alguien, debemos hacer esfuerzos y enfrentarnos a situaciones difíciles, tener errores, aceptarlos y tratar de mejorar continuamente, y sobre todo, trabajar y ACTUAR. Sin trabajo constante, sin una metodología concreta que nos permita establecer objetivos y hacer el oportuno seguimiento, no vamos a ser capaces de triunfar y alcanzar nuestras metas.

Hay algo importante sobre el cambio que debemos tener en cuenta: para lograr aprender, madurar y cambiar debemos liberarnos de una serie de ataduras y prejuicios que entorpecen nuestro caminar… Por lo general, se trata de una amalgama de creencias, de prejuicios y paradigmas que están en nuestra mente y nos impiden pensar con claridad. Pero hay una cosas que está clara: la verdadera diferencia entre una persona común y otra viva que desea mejorar y madurar, está en que la primera tiene algunos pensamientos de gran determinación y en la segunda ese tipo de pensamiento son todos los que alberga.

Existen varias creencias que tenemos asumidas, que no cuestionamos, que nublan nuestra mente y que nos impiden pensar de forma libre y clara. Las podríamos resumir en cinco:

  1.  “Tengo derecho a estar ofendido”. Si tenemos este pensamiento en la cabeza, acabaremos pensando que todo lo que nos sucede es ofensivo y que hay un complot a nivel mundial para que te sientas mal… No hay que llevar las cosas al terreno personal, sino que es mejor optar por calmarse e intentar no juzgar.
  2. “Esto nunca lo olvidaré”, refiriéndose a alguna mala experiencia. La vida nos enseña que, en muchas ocasiones, algo que nos parece realmente importante luego no lo es. Con frecuencia, una situación de salud delicada en alguna persona, hace que vea las cosas de otra manera y, que problemas que anteriormente parecían un mundo, ahora son insignificantes…
  3. “Necesito que otros me quieran”. La búsqueda de afecto continuada hace que gastemos muchas energías sin darnos cuenta que una persona no vale más por el afecto que le profesen, sino por lo que es. Debemos tener claro que no se puede satisfacer a todo el mundo y que a lo largo de nuestra vida tendremos que tomar decisiones que beneficiarán a unos y perjudicarán a otros. Eso es normal…
  4. “Es muy difícil, no voy a poder”. Enfrentarse a algo difícil es señal de que te tienes que esforzar en gran medida y que tienes que dar lo mejor de ti mismo. Es más, hay muchas personas que abandonan un proyecto porque creen que es insuperable y luego se acaban arrepintiendo…
  5. “Esto nunca lo perdonaré”. Guardar resentimientos equivales a tomar veneno y esperar a que otra persona padezca los efectos… Hay una cosa que está clara: mientras tú estás en casa guardando resentimientos hacia otra persona, ésta quizás está disfrutando en una fiesta. Entonces, ¿quién está sufriendo? Si perdonamos dejaremos de estar atados a los acontecimientos y seremos más libres.

Para madurar debemos poner algunos paradigmas en cuestión, debemos enfrentarnos a nuestros propios miedos y a las normas pre-establecidas y adaptar nuevas creencias y paradigmas si éstos sirven para mejorar. Sólo así seremos capaces de transformar el mundo y mejorar nuestro nivel de vida.