Uno de los fundadores de la sociología, Max Weber, explicó en el libro “Sobre la teoría de las ciencias sociales” las diferencias que existían entre poder y autoridad. Definió el poder como la capacidad de forzar o coaccionar a alguien para que éste haga tu voluntad debido a tu posición o tu fuerza, y la autoridad como el arte de conseguir que la gente haga voluntariamente lo que tú quieres debido a tu influencia personal.
Fijaos que el poder lo define como una capacidad, en cambio la autoridad como un arte… El poder no exige ni inteligencia ni valor, pero en cambio, conseguir tener autoridad sobre la gente requiere una serie de destrezas especiales. El poder lo podemos comprar y vender, lo podemos dar y quitar (podemos tener poder por el hecho de estar en una determinada posición, pertenecer a un determinado entorno social, o por haber recibido una herencia o un poder determinado), pero no esto sirve para la autoridad: la autoridad tiene que ver con lo que somos como personas, con nuestro carácter y con la influencia que hemos ido forjando sobre la gente.
Me gustaría trasladar esto al mundo de los negocios, pero haciendo una breve parada una asociación benéfica que para mí es todo un ejemplo: Cáritas. Cáritas destaca entre sus objetivos fundacionales la ayuda a la promoción humana y al desarrollo integral de la dignidad de todas las personas que se encuentran en situación de precariedad, y una de sus principales señas de identidad es su apuesta por el voluntariado. Cuentan con más de 66.000 voluntarios, de los que destacan su motivación y, sobre todo, su impronta, su capacidad transformadora de la realidad y de la persona voluntaria. Inciden en que es un proceso en el que se implica la vida, no sólo el tiempo dedicado a la acción…
Si nos paramos a pensar, 66.000 voluntarios son muchos... Me gustaría que reflexionarais sobre lo siguiente: ¿creéis que esos voluntarios responden mejor al poder o a la autoridad? Desde mi punto de vista, está claro que a la autoridad, porque sólo están dispuestos a trabajar en una organización que satisface sus necesidades.
Veamos ahora qué sucede en la empresa. ¿Trabajamos también con voluntarios en el mundo de los negocios? Parece que la primera respuesta es negativa, ya que las empresas pagan a sus empleados a cambio de su trabajo… Pero vamos más allá y pensemos más profundamente: las empresas pueden contratar sus manos o su cabeza y el mercado determina su sueldo, pero ¿no creéis que también son voluntarios en el sentido más estricto del término?¿no tienen libertad para irse a trabajar a otra empresa o a la competencia, incluso ganando lo mismo o algo menos? Y lo que es más importante, no puede exigirse su corazón, su mente, su compromiso, su excelencia o su creatividad. Eso sólo puede ofrecerse voluntariamente.
Eso no implica que en ocasiones tengamos que utilizar el poder en la empresa. Hay veces que no nos queda más remedio que utilizarlo, ya sea porque haya que despedir a un empleado desastroso o para reprender acciones contrarias a las políticas marcadas por la compañía, pero en estos casos, debemos dejar bien claro por qué nos hemos visto obligado a ello. No olvidemos que si hemos tenido que recurrir al poder es porque ha fallado nuestra autoridad…
Para terminar, quería hacer hincapié en que en el pasado la gente solía responder al poder, pero en la actualidad esto ya no pasa. La respuesta frente al poder ha cambiado mucho hoy en día, no tenemos que ver sino las respuestas de los españoles frente a dos hechos “de poder” que han sucedido en los últimos 20 años: el GAL e Irak. Es una muestra clara que nos indica que debemos trabajar en potenciar la autoridad frente al poder.